Alejandro Frigerio: " Lo que llamamos religiosidad popular en realidad es un catolicismo encantado"

El primer encuentro con una tumba siempre viva llevó a Alejandro Frigerio a internarse en el universo de las devociones populares que laten en la Argentina. Doctor en Antropología por la Universidad de California e investigador del CONICET, Frigerio ha dedicado años a estudiar las devociones populares. Pero hablar de “religiosidad popular” es quedarse corto; él prefiere llamarlo catolicismo encantado.

Por Ana Clara Peternelj

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¿Cómo fue tu aproximación a las devociones populares?

Entré al mundo de las devociones populares porque recuerdo que, siendo estudiante de sociología, salió en un medio la noticia de que se había aparecido una virgen en un árbol. Fuimos con unos amigos a ver, como una especie de primer trabajo de campo. Fue un flash. En un mundo que uno supone racional, desencantado, de repente en esa esquina del conurbano había gente que vivía en un mundo absolutamente encantado.

Más adelante, fui a Chacarita para ver la tumba de la Madre María, que, en mi época, era bastante conocida. Su tumba siempre está llena de flores, muchas más de las que puede haber en cualquier otro lado. Una tumba que nunca está vacía ya está diciendo algo. Después, con esos mismos amigos con los que realicé mi primer trabajo de campo fuimos a un culto del hermano Miguel. Por eso tengo un aprecio particular por esas experiencias: fueron mis primeros trabajos. Estoy hablando del 79 o del 80, hace mucho.

Hace unos años volví a ir a Chacarita, cuando el Hno. Miguel vivía todavía. Y me maravillaba ver cómo, con ochenta y pico de años, seguía convocando gente. También fui para una entrevista en su casa y estaba completamente llena de imágenes religiosas, una detrás de otra.

El Hermano Miguel predicando junto a una imagen de su madre, la Hermanita Irma de la Caridad, en su templo de Villa del Parque (imagen tomada por Frigerio en 2023).

Fragmento de la entrevista hecha al Hermano Miguel para el programa "Tabú" de National Geographic. Frigerio colaboró en este documental.

¿Cómo clasificarías la devoción popular de la Madre María? ¿Pensás que es una identidad todavía porosa?

Detesto la expresión “identidad porosa”. Y la de “religiosidad popular” también. Los antropólogos y sociólogos la seguimos usando, pero no nos gusta, porque no dice nada. De hecho, estoy escribiendo un artículo donde sostengo que lo que llamamos religiosidad popular es, en realidad, un catolicismo encantado. Casi el 70% de los argentinos se declara católico. Pero dentro de ese grupo hay dos tipos bien distintos. Por un lado están los católicos que conocen la doctrina de la Iglesia y creen que Dios y el mundo espiritual son realidades trascendentes. Es decir, que están más allá de este mundo y solo intervienen en casos muy extraordinarios, como un milagro certificado o los sacramentos. Por otro lado, están los otros católicos que practican un catolicismo encantado. Para ellos, el mundo espiritual está intrínsecamente relacionado con el mundo material. Todo lo que ocurre en la vida puede estar atravesado por lo espiritual. Y dentro de ese mundo espiritual, aparecen diferentes seres. Dios como trascendente, sí, pero también la Virgen, San Cayetano o la Madre María como inmanentes, que pueden intervenir cotidianamente.

¿Y cómo ves hoy a la devoción a la Madre María, Pancho Sierra o a la hermana Irma?
Lo complicado de esta devoción es lo polifónico. No hay una sola versión. El mundo de Pancho Sierra, la Madre María, el hermano Miguel, está lleno de voces, de interpretaciones.
Durante mucho tiempo, la Madre María fue el paradigma de la curandera. En revistas históricas como Caras y Caretas siempre aparecía citada como la modelo de ese oficio. Pero cuando empecé a leer a fondo, descubrí otra cosa: sus discípulos, que fueron doce, fundaron iglesias que aún hoy sobreviven algunas en Capital y están inscriptas en el Registro de Culto. A pesar de su fama de curandera, su mensaje central no era la sanación, sino una doctrina de regeneración espiritual, una reinterpretación del catolicismo.

Alejandro Frigerio con las distintas imágenes de devoción popular que conserva. Imagen extraída de Clarín

En ese linaje aparece Miguel. Primero se hizo conocido frente a la tumba de la Madre Maria en Chacarita y después abrió su propio templo, convencido de que fue ella quien lo posibilitó. Ahí empezó a hablar sobre la Madre María y también sobre su madre, la Hermanita Irma de la Caridad, armando el “triángulo espiritual” con Pancho Sierra.

Cuando lo fui a ver en los 80, la escena ya había cambiado: el triángulo lo formaban Pancho Sierra, el Gauchito Gil y la Hermana Irma, siempre con un énfasis creciente en su madre, Irma. Las grandes reuniones se hacían frente a la tumba, que se convirtió en lugar de peregrinación para pedir favores y curaciones. Con el tiempo, la centralidad pasó de ese triángulo a su propia madre, Irma, y más tarde también a su hermano, Omar, convertido en figura venerable. Lo curioso es que Omar, a quien vi un par de veces, no parecía nada espiritual: más bien un playboy, casi un Isidorito Cañones, y sin embargo terminó incorporado al panteón familiar. En fin, entonces, Miguel es como una desviación, vamos a decir así, en términos de los ortodoxos de la Madre María, que durante un tiempo usó también su imagen, su simbolismo, etc, pero que después cada vez más se hizo más autónomo y empezó a usar a su madre, la hna. Irma, como objeto sagrado por excelencia, digamos.

¿Pensás que estas creencias se sostienen porque son populares, o porque existe un fervor especial detrás?

Eso es difícil de saber. Para quienes viven en un mundo encantado, las potencias espirituales existen, punto. Por ejemplo: San La Muerte. Algunos lo ven como un espíritu maligno, sobre todo los evangélicos; otros lo veneran como benéfico. Pero lo que no podés hacer, si creés en ese mundo, es ignorarlo. Además, en los templos suele haber varios santos juntos: Yemanjá, San Jorge y otros más. Cuando preguntás por qué y te dicen “la gente los deja ahí”. Yo no creo que sea tan así. Lo que pasa es que, cuanto más amplio el arsenal de santos, más gente se siente atraída. Miguel hacía mucho eso: además de Irma, la gente podía rezarle a múltiples imágenes. Y en un mundo encantado, acumular poderes espirituales es algo muy propio.

¿Creés que esa acumulación responde a una necesidad?

Sí. La gente que vive en un mundo encantado habita un mundo de cuatro dimensiones: tres materiales y una espiritual. Y esa dimensión espiritual no está afuera, como para el catolicismo ortodoxo, sino que es parte del mundo. Entonces, si buscás trabajo, hacés entrevistas, presentás tu currículum… también hacés algo espiritual. Si estás enfermo, vas al médico… pero también rezás, porque sabés que algo puede salir mal. Me acuerdo de una encuesta que se hizo sobre qué opinaba la gente sobre los milagros. La mayoría decía que se manifestaban sobre todo en el área de la salud. Es esa lógica me curó el médico, pero le agradezco al santo.

Madre María (centro) con sus doce discípulos

"Trinidad" antes de las modificaciones del Hno. Miguel

Ekeko presente en el templo de la Hermana Irma en Merlo, Buenos Aires. Fotografía: Ana Clara Peternelj

Altar central dedicado a la Hermana Irma. Fotografía: Ana Clara Peternelj

Foto de archivo tomada del artículo de Frigerio.

Foto de archivo tomada del artículo de Frigerio.

"La nueva trinidad" en el templo de Merlo. Video: Ana Clara Peternelj

Video de archivo, año 1993. El Hermano Miguel frente a la tumba de Gardel.